jueves, 29 de agosto de 2013

Cheyre, el militar casi arrepentido



Tras la publicación de la columna de Carlos Peña donde volvió a destapar públicamente que Juan Emilio Cheyre entregó a un niño de 2 años a un convento luego de que sus padres fueran asesinados por una cuadrilla militar, se desencadenó una serie de eventos que dejó al ex Comandante en Jefe fuera del Consejo del Servel. 

Quizá el más potente ellos fue el encuentro que mantuvieron en El Informante de TVN el mismo Cheyre con Ernesto Ledjerman, el hijo de dos ejecutados políticos que fue entregado por el ex militar a un convento de monjas.

En ese cara a cara que conmovió a gran parte de la televidencia, Cheyre hizo gala de sus intentos a cargo de la comandancia en Jefe de las Fuerzas Armadas de esclarecer asesinatos, desapariciones, torturas, entre otras tantas responsabilidades de la dictadura de Augusto Pinochet.

Pero lo cierto, es que, como bien dijo Ledjerman y como ha apuntado Mireya García, vicepresidente de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, los militares no entregaron información cuando pudieron. Según ambos, en la mesa de diálogo, sólo se desclasificó algo que puede parecer desconcertante: que cientos de cuerpos (algo así como 200) habían sido lanzados al mar. Discúlpenme, ¿pero sirve de algo eso? No. No es posible ni rastrear los cuerpos, ni recuperarlos, ni saber si es que es verdad. ¿Usted confiaría en los militares que le mataron a sus parientes? 



Al día siguiente del tenso encuentro con Ernesto Ledjerman, Cheyre renunció a la presidencia del Servel con bombos y platillos. Dio una conferencia de prensa que de seguro, en los espectros más tibios del país, le valió unas palmaditas en la espalda y le otorgó una extraña imagen de honorabilidad. Porque claro, era un militar arrepentido, y de esos no hay muchos, basta con escuchar las declaraciones de Cristián Labbé ex torturador de la DINA y exalcalde de Providencia, el año 2012.

Pero si se escuchan con atención las palabras de Cheyre asoma la realidad. 

No estoy dispuesto  a que a pesar de todos los esfuerzos que el país conoce aún subsiste una brutal incomprensión del actuar militar y no deseo que habiéndose concentrado en mi persona  esa penosa realidad, eso llegue a afectar al Ejército de Chile, al que di mi vida y al que busqué denodadamente unirlo a todos los chilenos y chilenas para que fuera respetado y querido"

Para Juan Emilio Cheyre aquí el damnificado no es Ernesto Ledjerman, víctima del asesinato de sus dos padres y de su irregular entrega a un convento de monjas. Para Juan Emilio Cheyre, los damnificados no son las personas vinculadas al caso Ledjerman que fueron torturadas en el regimiento Arica donde él era ayudante del militar a cargo. No, para Cheyre el damnificado mayor de la bomba que resultó ser la columna de Carlos Peña, fue el ejército. El ejército. El responsable mayor de cada una de las violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura. 

Cheyre, el militar casi arrepentido, no entiende que esa “brutal incomprensión del actuar militar” se debe a que para cualquier persona con el corazón bien puesto el horror físico y psicológico que padeció el país cuando Pinochet estaba en La Moneda es inentendible y no tiene justificación alguna. 

Pero además, Cheyre no renunció al Consejo del Servel, renunció a su presidencia. Por lo que aún lo tendremos ahí, tomando decisiones en una institución que vela por la transparencia de las elecciones. Un militar que participó de la dictadura forma parte del consejo de una de las instituciones más importantes para la democracia, qué triste ironía. 

La triste obsesión por la legalidad



La derecha y los militares hace bastante tiempo tienen un gran chivo expiatorio para safarse de las condenas morales y éticas sobre su responsabilidad en el golpe militar y la dictadura: su estatus legal.

Si la ley no dice que Fulano es culpable, pues bien, para esos sectores de la sociedad, están libres de polvo y paja. 

Ese apego obsesivo por lo que diga la ley deja de lado cualquier discusión moral y ética sobre las responsabilidades del horror vivido entre 1973 y 1990. Si eso se acompaña con unos tribunales blandos que no juzgaron a Augusto Pinochet, y donde muchos genocidas tienen penas inusualmente bajas, es el escenario ideal para cualquier ex opresor que quiera excusarse.

Esto se vio en el caso de Manuel Contreras y la aplicación de la “irreprochable conducta anterior”, que rebajó una de sus penas por violaciones a los DDHH. Según la ley chilena, la jueza Ana María Chevesich, hoy integrante de la Corte Suprema, podía aplicar esa atenuante, a pesar de ir en contra de los tratados -no firmados por Chile en esa época- respecto a los crímenes de lesa humanidad. 

En una sociedad tan ‘tecnocratizada’ nos olvidamos de las variables blandas. La moral, la ética, los sentimientos, las heridas, los simbolismos. ¿Acaso la jueza Chevesich, de conocida tendencia derechista, no pensó en el daño simbólico que estaba provocando a miles de chilenos al aplicar la “intachable conducta anterior” del jefe de la DINA, la policía secreta asesina de Pinochet? Si lo pensó, no importó, se refugió en la ley.

Cheyre, actuó en esta línea.

“Mi consciencia está en paz y los asuntos judiciales  y de todo orden  en relación a mi vida pública y privada  me siento libre de todo cuestionamiento legal y ético" dijo en la conferencia de prensa de su renuncia a la presidencia del Servel.


Que ningún tribunal lo haya culpado ¿lo exculpa de responsabilidades? Cheyre era el ayudante del militar a cargo del Regimiento Árica y ¿no sabía nada? Los militares involucrados en la dictadura no sienten la llamada de la ética a decir la verdad. Sólo nos queda su palabra, en la que es bastante difícil confiar y la ley, llamada a juzgarlos, les otorga un escondite seguro de las duras tribulaciones de la moral y la ética.